Eran el amanecer
Y el atardecer
Cada vez que sus bocas
Sonreían unidas.
Eran el sur y el norte
El blanco y negro
De pupilas embriagadoras
Una noche demasiado clara.
Tenían intención de rimarse las curvas
Encontrándose entre las plumas
Del vestido azabache
De la sonrisa de ella.
Fueron cruz y cara
En la guerra de la utopía
Eran el lento motor
De la bujía de mi clavícula.
Se prometieron un eterno
Porque el infinito era odioso
Al fin y al cabo, lo eterno nunca acababa.
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